Estuve en Iquitos hace diez o quince años. Recordaba la alfombra verde que la rodea y adorna, el delicioso olor a tierra mojada cuando llueve y, por supuesto, su gente, encantadora, relajada, querendona; de una alegría genuina y contagiante.
Acabo de volver de Iquitos y, efectivamente, como ...
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